El viento en el jardín (novela)


Misa roja (novela)


Pasaje de ida (novela)

 

 

Misa roja
CAPÍTULO 1

 

Gunther observó pensativo el suelo cubierto de hojas amarillentas mientras acomodaba con firmeza el trípode de su cámara fotográfica. Consideró que el otoño se había adelantado demasiado este año.

"No recuerdo un febrero más lluvioso", se dijo. "Y ya nos estamos abrigando con ropa de lana a mediados de marzo".

Miró a través de la lente de su cámara para corroborar si era el enfoque correcto. Aparentemente sí. Los pastos altos quedaban a la izquierda y esos arbolitos distantes coronaban el centro de la toma. Lástima el cielo. Con un gesto de la mano llamó a Luz.

-Dale un vistazo, por favor.

Con el ojo todavía pegado al cristal, vio avanzar hacia él a Luz Daireaux, la productora de modas y decoración, preguntándose si esa mujer magnífica había modelado alguna vez. Aún con la ropa informal que usaba para trabajar, jeans desteñidos, suéter enorme, botas cortas, tenía un distinguidísimo porte natural que no poseía ninguna de las tres modelos impecablemente vestidas que ella misma estaba terminando de maquillar.

"¿Cuántos años tendrá? ¿Treinta y dos, treinta y cinco?"

Una mano se apoyó sobre su antebrazo, separándolo suavemente del trípode. Se dio vuelta y enfrentó los ojos ambarinos de de Luz. Ella sonrió.

-A ver.

Verificó la posición de la cámara, fijando durante un segundo la vista a través de la lente.

-Está bien. Sigo con las chicas.

Gunther sacudió la cabeza, suspirando. Qué mujer. La miró alejarse, admirando el rítimico movimiento de sus caderas. Ojos de miel, pelo de miel. Hasta su piel dorada debía de tener gusto a miel. Sopesó mentalmente cuántas posibilidades tenía de llegar a comprobarlo.

Pocas, concluyó. Era orgullosa y esquiva, no se le conocían romances en la editorial. Su vida personal parecía estar cubierta por una bruma tan espesa como la que amenazaba con arruinarles la mañana y la nota. Sólo se sabía que tenía una hija. Y ahora este tonto de Villagrán queriendo echarla…

Luz acomodó a las modelos sobre la lomada y le hizo una señal. Gunther oprimió el botón de la cámara dos veces antes de darse cuenta de que la humedad de la mañana se había convertido en una llovizna helada, casi invisible. Se enderezó de golpe, irritado. Movió ambos brazos hacia fuera, descruzándolos sobre su cabeza, lo que significaba "paren".

-Que los tiró -dijo indignado.

El grupito corrió a refugiarse debajo de un sauce, tratando de proteger la ropa. El fotógrafo plegó el trípode y trasladó su equipo al mismo lugar lo más rápidamente que pudo. Luz le hizo un gesto de impotencia, alzando los hombros.

-Tendremos que ir al estudio -dijo.

Gunther no le contestó, encolerizado."Al estudio…¿Para eso me hizo levantar a las cinco de la mañana? Le dije que iba a llover. Pero esta imbécil siempre quiere tener razón".

Percibió que el interés que le despertaban los ojos irisados de Luz y el pelo arenoso, las caderas excitantes y los pechos bien dibujados debajo del suéter grande había disminuído notoriamente.

-Al carajo con todo -dijo, mientras se dirigía a la camioneta.

Se detuvo un instante, apoyó el equipo sobre el piso, extrajo de su bolsillo posterior una petaca de cuero que contenía whisky y bebió un trago generoso.

 

Llegaron al estudio al filo del mediodía. Almorzaron unos sandwiches que Luz mandó comprar en un bar cercano , y comenzaron los tediosos preparativos para el retoque de maquillaje y la elección de los focos de iluminación.

Luz suspiró.

-No hay como el resplandor natuiral -dijo.

Gunther asintió, todavía malhumorado.

-¿Cómo hacemos con la nota de decoración? -preguntó- Se supone que hay que entregar las dos juntas el jueves. Necesito tres días para procesar las fotos.

Con mano vacilante tanteó el bolsillo posterior en busca de su petaca de whisky y tomó otro sorbo. Agregó malignamente.

-Hemos perdido medio día de trabajo.

Luz miró a Gunther y a su petaca con sereno reproche.

-Ya lo sé. Dejaré instrucciones sobre la ropa a las chicas y me iré al otro estudio, a terminar de armar el rincón de antigüedades para la nota de decoración. Despuès irás vos a tomar las fotos.

Gunther le sonrió con sorna.

-¿Solito?

Luz aspiró profundamente. Su respuesta fue gélida pero cortés.

-Parece que sí.

Señaló la petaca.

-Y basta de eso, por favor. Estamos trabajando.

 

 

Tomó entre sus manos la pequeña miniatura ovalada y acarició delicadamente la imagen.

Una adolescente de pelo rubio, como Agustina, le sonreía desde el marco. Tenía los hombros descubiertos y también parte del pecho. Luz se preguntó quién sería.

"Dicen que es el retrato de María Eugenia Escalada de Demaría, hermana mayor de Remeditos, hija de Don Antonio José de Escalada y de la bella Doña Petronita Salcedo. Pero quién sabe. Quizá sean sólo fantasías románticas de los anticuarios para levantar el precio. Espero que Gunther no la convierta en una manchita insignificante dentro del conjunto. Le pedí encarecidamente que les diera importancia a los detalles pero con él las notas tienen resultados impredecibles. Sobre todo cuando bebe".

Depositó la miniatura sobre el baúl de viaje y ubicó cerca varios libros viejos.

"Aún así, a veces produce fotos excepcionales. Tiene mucho talento para imaginar los climas".

Se arrodilló junto al arcón y comenzó a colocar prolijamente, una a una, las azucenas destinadas a realzar el ánfora de porcelana pintada de azul.

 

 

-¿Venís a comer algo?

Silvina la miraba desde la puerta entreabierta, con la mano apoyada sobre el picaporte. Había salido y vuelto a entrar para invitarla, acuciada quizá por un remordimiento pasajero.

Luz separó un poco más las fotos que había desparramado sobre el escritorio. Sonrió levantando la vista.

-No, gracias. Quiero terminar esta nota.

-OK. Te veo después.

Las botas de Silvina taconearon con firmeza, alejándose por el pasillo rumbo al ascensor.

"Qué alivio ¿no?"

Luz se echó hacia atrás, apoyando la columna vertebral contra el angosto respaldo. Se quitó los anteojos.

"Pobre Silvina, dividida entre su lealtad hacia mí y la necesidad de conservar el empleo".

Sonrió para sí misma, encendiendo un cigarrillo.

"Desde que estoy en la cuerda floja, dos meses exactamente, soy algo así como una leprosa".

Enrique, el más joven de los integrantes del equipo de Arte, entró sosteniendo un diagrama.

-Luz, necesitamos las fotos de la nota de decoración.

-Ya sé. Es que son tan malas… Mirá.

Enrique las estudió con el entrecejo fruncido.

-Mmmm…¿Quién las sacó?

-Gunther.

-Debe de haber estado borracho.

-No me extrañaría -dijo Luz, hurtando la mirada. Golpeteó una de las imágenes con la uña chica de la mano derecha. -¿Qué tal ésta como apertura?

-No hay otra. ¿Cuándo vas a tardar en escribir los epígrafes?

-Entrego todo en una hora. Quiero releer la nota de cabo a rabo.

 

 

 
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